viernes, septiembre 29, 2006

El Sport del costumbrismo















Bruno Marcos
La poca perspectiva con la que vivimos nuestro presente debe ser la causante del sonrojo que nos provoca vernos en algunas fotografías pasadas. Sin embargo hay otras que nos encantan, son esas en las que se implanta un algo clasicista, algo eterno, algo que eclipsa a lo fugaz, que lo deja en su proporción justa.
¿Acaso vivimos consagrados a la moda, a lo pasajero, de una forma tan tenaz que confundimos modernidad con costumbrismo? ¡Qué ridículas parecerán nuestras vanguardias artísticas, las citas del pensador del momento, las novedades informáticas, los giros lingüísticos! Tal vez se constituyan en una arqueología de lo cursi que mueva a la risa a otros cursis del futuro.
La diferencia es que antes las costumbres las dictaba la tradición, la escasez de novedades hacía que su éxito se asentase lentamente hasta disfrazarse de verdades originarias.
Decía César González Ruano de aquella chica en los años 20 que estaba dedicada al sport en lugar de al deporte. ¿Cuántas expresiones así nos harán avergonzar años después?
Como si esa cursilería fuera patrimonio de quien la vive a veces la dilapidamos y practicamos ese sport del costumbrismo que es aborrecible cuando se enmascara de modernidad. El costumbrismo es interesante cuando se muestra documental, cuando en él arañamos lo esencial que perdura, las pequeñas cosas, cuando es tan clásico como lo clásico, por ejemplo Jántipa, la mujer de Sócrates, cuando le arroja una sandalia por irse a filosofar con sus amigos en lugar de ganar algún dinero.
Lo decía Habermas, lo verdaderamente clásico es aquello que un día fue auténticamente moderno.